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A la Sagrada Majestad de la VERDAD

Thomas Taylor

sábado, 30 de mayo de 2009

DE LA SABIDURÍA ANTIGUA A LA PSICOLOGÍA MODERNA


Por Isaac E. Jauli Dávila

Publicado en la Revista Sophia de España. Nro. 91 y 92. Jul-Ago. 1996.


El surgimiento de la psicología transpersonal ha permitido a la ciencia reconocer y rescatar valores espirituales completando el círculo del espíritu y la materia. Declaración que forma parte del paradigma desarrollado por Ken Wilber y Ram Dass, dos de los principales exponentes de la cuarta fuerza, como se le ha denominado a la moderna visión psicológica del hombre.

En su desarrollo, esta nueva corriente de la psicología se ha sumergido en las antiguas tradiciones del mundo, redescubriéndolas y sintetizando su sabiduría. Desde tiempo atrás y con similares inquietudes, los estudiantes de la sabiduría antigua venían investigando en las obras teosóficas de H. P. Blavatsky, Annie Besant, C. W. Leadbeater, I. K. Taimni entre otros, descubriendo una amplia y profunda visión psicológica en sus concepciones. No fue hasta que la corriente psicoanalítica irrumpió en la ciencia del conocimiento del hombre, cuando el material teosófico adquirió importancia y vigencia para todos aquellos estudiantes que en el pasado se habían declarado escépticos por no comprender esta ciencia del espíritu.

La psicología es sistemática y práctica pero sus alcances son poco profundos, ya que sólo toca algunos fragmentos del hombre, del hombre total. Pero el investigador con una visión integral observa que ambos conocimientos son valiosos, tanto la Teosofía que contiene en su amplio campo la tradición psicológica de todas las edades, como la psicología moderna, salvo que la primera no lo tiene sistematizado. Es el Dr. C. G. Jung quien más ha apoyado con sus teorías a la antigua tradición, como el desarrollo del inconsciente colectivo, los arquetipos, la sincronicidad, la naturaleza micro y macro de la consciencia del hombre, concepciones que han dado amplitud a la ciencia en su búsqueda del entendimiento humano.

El hombre es un dios en potencia, una chispa espiritual cubierta de capas de materia de las cuales trata de escapar. La creatividad reflexiva y los impulsos espirituales lo despiertan de su ignorancia para emprender la búsqueda del significado de la vida. El hombre aprende primero pensando lo que no es, y después dándose cuenta de lo que Es. Tiene que pasar por etapas de frustración, de desaliento y alienación. Oscuros espacios en la vida humana llenos de fantasmas, vacíos, desesperados y angustiosos. Morir para nacer, reza el antiguo rito iniciático; el psicólogo lleva al enfermo de melancolía a través de turbios laberintos, desde los charcos de obsesión y pérdida de la razón, hacia la búsqueda de la verdadera naturaleza de su Ser, de la consciencia de su integración. Jung fue un gran explorador de las profundidades del Ser, de los sótanos del inconsciente humano y cósmico. Buscaba rescatar lo perdido, lo oculto primitivo y la sabiduría infinita que anida en la penumbra de la consciencia. En esta investigación, su objetivo fue la integración, que lo llevó a enunciar el principio de energía psíquica; la ley que permite comprender cómo el inconsciente es una función compensadora de la consciencia limitada del yo personal.

Es el equilibrio que mantiene las funciones básicas de los vehículos bajos de la consciencia, la función racional: pensamiento-sentimiento, que nos permite distinguir el placer y el dolor, ligados a un yo personal que se identifica con estos contenidos mentales. La función irracional: sensación-intuición, son respectivamente la percepción externa e interna, conforman los dos polos compensadores. El desequilibrio de una de estas funciones en la consciencia del yo personal busca su contraparte en el inconsciente: que, de no producirse, nos lleva a la neurosis.

La psicología teosófica puede ir más lejos, porque sus proposiciones sobre la naturaleza del hombre –espíritu y materia fusionados con consciencia- son profundas. Desde los albores de la humanidad se le ha comunicado al hombre que se enfrente a sus desequilibrios, cuya solución subyace en el autoconocimiento. “Hombre, conócete a ti mismo,” reza el frontispicio del Oráculo de Delfos. Observándote sin prejuicios, sin filtros ni dogmatismos llegarás a constatar, primero con la razón y después con todo tu ser, que eres Eso. Percatación pura, consciencia eterna, aprisionado en una cárcel de carne.

La naturaleza septenaria del hombre que enseña la Teosofía está ligada a la energía psíquica postulada por el Dr. Jung. La psicología teosófica declara que no podemos conocer la Realidad con una sola función –el intelecto- ya que éste es sólo uno de los aspectos de la consciencia total, limitado a su propio plano. La Realidad es mucho más amplia. Las funciones de la mente limitan y circunscriben la realidad cuando el intelecto sólo mira hacia abajo, hacia la materia. La Realidad interpretada con el pensamiento la experimentamos primero como ideas que constituyen el conocimiento, pasan en seguida a formar parte de la memoria y, finalmente fragmentadas son nuestros pensamientos comunes; como lo propone Krishnamurti. Este pensamiento está ligado al pasado, a lo que ya no es, y en su fantasía el hombre lo proyecta hacia adelante, surgiendo el futuro. La fragmentación de la Realidad por parte de la mente concreta, nos impide experimentar la Realidad Creadora flotante y eterna.

Equilibrar las funciones del inconsciente y del consciente es una tarea ardua; lo que Jung llamó armonización es el primer paso de la auto-realización, de la individualización. Implica el reconocimiento, la comprensión y la aceptación de uno mismo. La psicología junguiana declara que los vehículos bajos de la consciencia del hombre están formados de materia viviente. De energías que están encaminadas a su propia evolución, lo que nos permite comprender la naturaleza de las tendencias autónomas que tanto inquietan al individuo y su ocultamiento en la oscuridad del inconsciente personal. Jung llamó la Sombra al conjunto de energías que representan el aspecto oscuro compensador del yo personal. El mal que tanto se desea destruir y hacer desaparecer del mundo, lo llevamos dentro de nosotros. La sombra no es tocada por la educación o el refinamiento, no la afectan nuestras campañas de represión religiosa que tratan de hacer desaparecer de nuestros pensamientos los impulsos destructivos, lascivos y violentos; por el contrario, cuanto más nos inclinemos hacia el polo del “hombre bueno”, descuidando su opuesto, más peligrosa se vuelve. El hombre no se da cuenta de que está incompleto al rechazar y reprimir sus aspectos negativos, y éstos solo le hacen gastar gran cantidad de energía psíquica al mantener en el sótano de su inconsciencia aquello que no quiere reconocer que es parte de él. Requiere esfuerzo moral aceptarnos tal como somos y dejar los caros ideales, en especial cuando son muy elevados. Aceptación que nos crea irritabilidad y ausencia de tolerancia.

Para el estudiante serio, para el buscador de la verdad, encarar su armonización se vuelve una emergencia impostergable. El primer paso, lo que H. P. Blavatsky denominó el vestíbulo del conocimiento, es la aceptación de nuestra naturaleza baja. Aceptación que demanda estar alerta, vigilantes, atentos a los movimientos de la mente y del inconsciente personal. Reconocer nuestra oscuridad y no proyectarla al exterior. Ser lo suficientemente valientes para aceptar que somos oscuridad y luz. Pero esta etapa no es la meta, tan sólo es el preámbulo, por lo que no debemos quedarnos satisfechos con la serenidad, la paz que nos otorga la armonización de los vehículos del yo egoico. El camino aún es largo, la altura del siguiente nivel es de mayor armonización al tocar el inconsciente colectivo, permitiéndonos observar el vestíbulo de la sabiduría, como lo señala el libro La Voz del Silencio.

Con la aceptación del inconsciente colectivo nos ponemos en contacto con la hermandad de todos los seres vivientes, hijos de la misma fuente eterna. Aceptar la realidad de lo que somos, en lugar de soñar en lo que nos gustaría ser, es la tónica de la concepción junguiana. Lo que se enfatiza profundamente cuando Krishnamurti señala que el equilibrio, la integración de nuestro Ser, no es la meta, es tan sólo el punto crítico en el sendero. En este punto crítico, la identificación con los contenidos mentales que dan origen a la egoidad, al yo personal, fallan saturando a la consciencia. Entonces hay silencio y serenidad donde los ritmos de la espontaneidad divina se pueden expresar libremente, sin resistencias.

Al no haber más dualidad, la persona es un punto crítico de integración, responsable de su propia disolución. Para alcanzar este punto crítico, coinciden tanto la psicología como la Teosofía en las siguientes etapas: a), reconocer y aceptar la confrontación con nuestros aspectos reprimidos y negados, con nuestra sombra. Esto no persigue hacerla desaparecer, sino “negociar” con ella, como sugiere la Dra. von Franz.

b), constante atención y observación del proceso psicológico, así como a los acontecimientos sincrónicos. La coincidencia de los hechos en el espacio y en el tiempo significa más que puro azar, es una interdependencia peculiar de hechos objetivos entre sí, así como entre ellos y estados significativos (psíquicos) del observador y de lo observado.

Esta concepción de la sincronicidad es respaldada por los doctores Rupert Sheldrake y David Bohm, cuando en los enunciados de sus teorías sobre los campos morfogenéticos y orden implicado, proponen la existencia de un orden, un patrón de consciencia que es el determinante relativo del mundo físico, del observador y el objeto observado; o como la llamara Bohm, el orden implicado. En la enseñanza teosófica está referido a la existencia de múltiples niveles de consciencia, dimensiones del espacio, donde el plano físico tan sólo es uno más, interpenetrado por sutiles velos de materia llena de vida, de consciencia. Lo que Jung declara como acontecimientos sincronizados, pueden llamarse como acontecimientos kármicos, que es el término usado en Teosofía.

c), una profunda actitud de apertura donde trascendemos nuestras propias limitaciones y creencias; donde el arte de la meditación, el instrumento enriquecedor de auto-consciencia, es el medio idóneo.

Resumiendo, podremos concluir que las enseñanzas teosóficas tienen profundidad para revelar la esencia de la naturaleza humana, su verdadera realidad. Pero no presenta teorías psicológicas, tan sólo señala el camino al corazón del hombre. Por otro lado, el análisis junguiano nos ofrece conceptos básicos que permiten un conocimiento limitado de nosotros mismos, la sombra, el inconsciente, los acontecimientos sincronizados, los arquetipos, etc. Está sistematizado lo que puede ser de gran ayuda como etapa inicial para el investigador.

Como hemos señalado al principio de este artículo, es el tiempo de unir lo separado por la mente materialista del hombre. Examinemos los contenidos psicológicos de la Teosofía, integrándolos y sintetizándolos; pero con el cuidado de no convertirlos en técnicas repetitivas, en métodos mecánicos, lo que les haría perder su poder evocador de las fuerzas espirituales. La Teosofía puede sustentar los cimientos de un gran sistema científico que el mundo ha conocido. El sistema de entendimiento que nos rescate de las tinieblas y nos lleve a la luz, a Atman; a la verdadera naturaleza del hombre y del Cosmos, que es eterna, impredecible, amorosa.

Bibliografía.

- Diálogos con científicos y sabios. Renée Weber

- La Voz del Silencio. H. P. Blavatsky

- El Proyecto Atman. Ken Wilber

- Sincronicidad. C. G. Jung

- Encuentros con la Sombra. C. Zweig y J. Abrams.

- Psicología y Religión. C. G. Jung

- Alquimia. Marie-Louise von Franz

- La Mente y la Consciencia. I. K. Taimni.

- Estudio sobre la Conciencia. A. Besant.

miércoles, 27 de mayo de 2009

TE DESEO

Por Victor Hugo

Te deseo primero que ames,

y que amando, también seas amado.

Y que, de no ser así, seas breve en olvidar

y que después de olvidar, no guardes rencores.

Deseo, pues, que no sea así, pero que sí es,

sepas ser sin desesperar.


Te deseo también que tengas amigos,

y que, incluso malos e inconsecuentes

sean valientes y fieles, y que por lo menos

haya uno en quien confiar sin dudar.


Y porque la vida es así,

te deseo también que tengas enemigos.

Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,

para que, algunas veces, te cuestiones

tus propias certezas. Y que entre ellos,

haya por lo menos uno que sea justo,

para que no te sientas demasiado seguro.


Te deseo además que seas útil,

más no insustituible.

Y que en los momentos malos,

cuando no quede más nada,

esa utilidad sea suficiente

para mantenerte en pie.


Igualmente, te deseo que seas tolerante,

no con los que se equivocan poco,

porque eso es fácil, sino con los que

se equivocan mucho e irremediablemente,

y que haciendo buen uso de esa tolerancia,

sirvas de ejemplo a otros.


Te deseo que siendo joven no

madures demasiado de prisa,

y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,

y que siendo viejo no te dediques al desespero.

Porque cada edad tiene su placer

y su dolor y es necesario dejar

que fluyan entre nosotros.


Te deseo de paso que seas triste.

No todo el año, sino apenas un día.

Pero que en ese día descubras

que la risa diaria es buena, que la risa

habitual es sosa y la risa constante es malsana.


Te deseo que descubras,

con urgencia máxima, por encima

y a pesar de todo, que existen,

y que te rodean, seres oprimidos,

tratados con injusticia y personas infelices.


Te deseo que acaricies un perro,

alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero

erguir triunfante su canto matinal,

porque de esta manera,

sentirás bien por nada.


Deseo también que plantes una semilla,

por más minúscula que sea, y la

acompañes en su crecimiento,

para que descubras de cuantas vidas

está hecho un árbol.


Te deseo, además, que tengas dinero,

porque es necesario ser práctico,

Y que por lo menos una vez

por año pongas algo de ese dinero

frente a ti y digas: "Esto es mío".

sólo para que quede claro

quién es el dueño de quién.


Te deseo también que ninguno

de tus defectos muera, pero que si

muere alguno, puedas llorar

sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.


Te deseo por fin que, siendo hombre,

tengas una buena mujer, y que siendo

mujer, tengas un buen hombre,

mañana y al día siguiente, y que cuando

estén exhaustos y sonrientes,

hablen sobre amor para recomenzar.


Si todas estas cosas llegaran a pasar,

no tengo más nada que desearte.

lunes, 25 de mayo de 2009

‘LAS LLAMAS QUE ILUMINAN LOS SIGLOS’ GIORDANO BRUNO


Lorenzo Borges, (M.S.T., 1901-1967)
Tomado de “O Teosofista”, 1983, revista de la S.T. en Brasil.
Traducción de Julia de Martínez y José Contreras, Logia Blavatsky, Bogotá


El martirio de Giordano Bruno, el grande y abnegado pensador en quien hasta los adversarios reconocían como ‘uno de los más excelentes y raros ingenios, de admirable doctrina y saber’, mereció de los cronistas de los ‘Avisos’ de Roma, dos registros que documentan una época:

‘Sábado, 12 de febrero de 1.600. Hoy pensábamos asistir a una solemnísima justicia, que no se sabe porqué fue postergada, de un Dominico de Nola, herético obstinadísimo, a quien el día jueves, en casa del Cardenal Madruccio, sentenciaron como autor de varias opiniones exageradas en las cuales se mostró muy persistente, y así todavía está, a pesar de que diariamente iban los teólogos a hablar con él... Si Dios no lo ayuda, desea morir en la obstinación y ser quemado vivo.’

‘Sábado, 19 de febrero: el jueves por la mañana en el Campo de Fiori, fue quemado vivo aquel fraile criminal Dominicano de Nola, de quien ya hablamos. Hereje obstinadísimo, teniendo por capricho formar diversos dogmas contra nuestra fe, y en particular contra la Santísima Virgen y los Santos, quiso irreductiblemente morir el criminal en esos dogmas; y decía que moría mártir y voluntariamente y que su alma subiría al paraíso con el humo. Y ahora estará viendo si decía la verdad.”

‘Obstinación ciega y criminal’, es el concepto de los dominadores del siglo sobre el sacrificio del excelso filósofo, que prefirió morir como vivió, cual una llama viva, para esparcir a su alrededor el resplandor sereno del conocimiento y de la comprensión.

Al servicio de la verdad recorrería Europa ¾ en una época convulsionada por las guerras religiosas resultantes de la Reforma, y en la cual apenas se veían los primeros indicios del alborear de la ciencia ¾ buscando despertar en todos la vida interior, esa ‘luz sobrenatural’, necesaria a la ‘más alta contemplación que se eleva por encima de la naturaleza’ y, que según afirma, distingue al mero teólogo creyente del verdadero filósofo.

En sus libros, como en las enseñanzas orales promulgadas en todos los centros cultos de entonces, Bruno condensó las dos grandes corrientes esotéricas de la Edad Media ¾ la filosofía neoplatónica, de la cual habían sido exponentes Marsilio Ficcino y Nicolás de Cusa, y el hermetismo alquímico de Raimundo Lulio. Las resumió y unió en un vibrante mensaje de renovación espiritual, que luego se unió a las posteriores teorías heliocéntricas de Copérnico. Así no sólo preparó el camino para la ciencia de nuestros días, sino que procuró establecer en un conocimiento verdaderamente racional los cimientos del mundo moderno que por entonces comenzaban a colocarse.

Él mismo definió el ideal de su vida para la posteridad al referirse a ese “algo que me enamora, aquello por lo que soy libre, aunque en dependencia, contento en medio del sufrimiento, rico en la necesidad y vivo en la muerte. De ahí no retrocedo, cansados los pies del arduo caminar... Hablando y escribiendo, no lucho por amor a la victoria en sí misma... sino es por amor a la verdadera sabiduría y al estudio de la verdadera contemplación que me esfuerzo, me crucifico y me atormento.” Con razón dice al respecto la señora Annie Besant: ‘Fue en vano que el Vaticano colocara sus libros en el INDICE. Sus pensamientos volaron a la inmortalidad y ahora se están propagando por el mundo: son la TEOSOFÍA.’

Un estudio atento de sus obras demuestra que Bruno promulgaba con la imprecisa terminología filosófica de la época, pero más claramente expresada, las principales enseñanzas teosóficas que hoy divulgamos. Y solamente el conocimiento de la Teosofía puede explicar las muchas contradicciones aparentes de su vida y sus escritos que tanto desorientan a sus biógrafos. Es la clave de su actitud equidistante entre la Iglesia y las Sectas Reformadas, y de la comprensión y simpatía con que considera los dos partidos sin ahorrarse críticas candentes. Es también la razón del contraste entre su punto de vista conciliador y tolerante al confrontar la Inquisición en Venecia y el Sínodo Calvinista en Ginebra, cuando aún no se le había condenado a la tortura y a la muerte. Y una vez que existe esta doble amenaza ¾ tortura y muerte ¾ su NO sometimiento al Santo Oficio en Roma.

A la luz de este criterio comprendemos mejor la actitud diferente con que encararon la Inquisición en Roma esos dos grandes pensadores que fueron Bruno y Galileo. El sabio, aunque manteniendo su convicción ¾ ‘Y sin embargo se mueve’ ¾ aceptó las exigencias que le fueron impuestas por el ansia de ganar tiempo para proseguir sus investigaciones. Para Bruno el problema era diferente: conciliador y tolerante en todo lo relacionado con las prácticas del Catolicismo, se mostró intransigente con las doctrinas que eran el meollo de su filosofía.

Su muerte selló así su obra de apóstol de la verdad, reafirmando la grandeza del ideal al que sirvió. De ahí la serenidad de su afirmación de que moría ‘mártir y voluntariamente’, y su exclamación de condenado a muerte: ‘Teméis más al leer mi sentencia que yo al oírla’.

Después de seis años de mazmorra y de constante asedio, los inquisidores resolvieron que sólo le sería exigida la retractación de ocho enseñanzas extraídas de sus obras. ¿Cuáles fueron esas ocho enseñanzas? Nunca fue divulgado el secreto, y aun hoy se guarda celosamente por la Iglesia interesada en que el mundo no sepa exactamente por cuáles ideas dio su vida el filósofo. Lo que se sabe proviene de dos decretos del Tribunal anteriores un año a su condenación y cuyo texto pudo ser copiado con ocasión de la Revolución Romana de 1.849. De ellos consta la exigencia de retractación cuando apenas fueron oídas las ocho proposiciones recogidas de sus obras y la declaración de que esas proposiciones eran ‘en verdad heréticas, no porque hoy la Iglesia las haya declarado como tales, sino porque siempre las consideraron así los antiguos padres y la Fe apostólica’. En otras palabras, los ocho puntos fatídicos no se referían a las cuestiones teológicas de la época de Bruno sino a otras que se remontaban a los orígenes del cristianismo.

Del análisis de las obras del filósofo y de sus declaraciones en los registros de la Inquisición de Venecia, Felice Tocco, el mejor de sus biógrafos, buscó reorganizar estos puntos de la condenación atribuyendo ésta al rechazo de los dogmas: 1) de la Trinidad, 2) de la Encarnación del Verbo, y 3) del Espíritu Santo; 4) a sus conceptos sobre la divinidad de Cristo; sobre la 5) necesidad, 6) eternidad, 7) e infinitud de la creación, y 8) sobre la transmigración de la almas. Es evidente que de los puntos mencionados arriba, el segundo y el tercero ya se hallan contenidos en el primero, y los puntos quinto, sexto y séptimo se refieren al mismo asunto.

Es posible que partiendo de las mismas fuentes y por el mismo método se realice la reconstrucción de esos puntos, lo que es del mayor interés, pues así llegamos también a una suma sintética de la parte esencial de la filosofía de Bruno. Para esto bastará tener en mente tres hechos: 1) la referencia del citado Decreto Inquisitorial; 2) los contextos del Aviso de Roma transcritos al comienzo de este artículo, considerando la herejía de Bruno ofensiva a la Virgen y a los Santos); y 3) finalmente sus simpatías y concepciones paganas, a las cuales la mayoría de los autores no les dan valor y las tienen como retóricas.

De esa manera podemos llegar a un octólogo de cuyos puntos hay corroboración en los escritos del filósofo y que probablemente fue la síntesis suprema de su obra, de la que se negó a abjurar y que firmó con la gloria de su muerte.

Los enunciamos a continuación, dando para cada punto la interpretación que le darían los jueces del Santo Oficio:

1. La Unidad de la Vida divina cuyos aspectos de expresión no deben considerarse como entidades distintas. (Lo que fue entendido como rechazo al dogma de la Santísima Trinidad).

2. La necesidad, eternidad e infinitud de la Creación Universal, por la Vida Divina Una. (Abandono del mito de la Creación, según la letra del Génesis).

3. La transmigración de las almas o reencarnación. (Rechazo de las doctrinas del castigo eterno y de la resurrección de la carne.

4. Su concepción de la divinidad de Cristo concebida como expresión plena de la Vida Divina inherente al hombre, divinizando así su propia naturaleza humana. (Rechazo a la Encarnación del Verbo y del Creador que se hace hombre).

5. El valor y la eficacia divina que atribuye a las religiones paganas. (Rechazo de la misión divina exclusiva del Cristianismo, y a la condenación de las demás religiones).

6. Equiparó a Cristo con los fundadores de las demás religiones a pesar de considerarlo como ‘pastor único, no sólo de un pueblo, sino de todos’. (Negación de la preeminencia divina de Cristo, y blasfemia por considerarlo ‘un mago’).

7. La existencia de los dioses u hombres divinos y perfectos, y su amparo para el progreso humano. (Rechazo de la tutela y del gobierno espiritual de la Iglesia y de su Congregación de los Santos, y reafirmación de un politeísmo mitológico efímero).

8. La posibilidad para los hombres de juntarse con los dioses y elevarse hasta ellos, uniéndose al Numen o Dios Interior, que es su verdadera naturaleza, por medio de la contemplación y de una vida de entusiasmo heroico. (Rechazo del dominio de las mentes y las almas por la Iglesia y por su patrón canónigo de santidad, teniendo por requisitos la absoluta devoción y sumisión).

Estas ocho proposiciones son en verdad una síntesis fiel de las enseñanzas de Giordano Bruno, según sus escritos, algunas de los cuales reafirmó ante la Inquisición de Venecia y de las que no se retractó. Al mismo tiempo corresponden a las referencias contemporáneas y, por su significación grandiosa, justifican el empeño del filósofo de mantenerlas y proclamarlas con sacrificio de su propia vida.

No se podrían condensar mejor, en unas pocas proposiciones, las enseñanzas de la Teosofía o Sabiduría Divina, tal como se profesaban en Alejandría en los primeros siglos de nuestra era por los filósofos neoplatónicos, y sobre todo por esa otra mártir de la Verdad que fue Hipatia.

Razones de sobra le asistían ciertamente a Giordano Bruno cuando en una de sus obras afirmaba profético, que al servicio de la verdad la muerte en un siglo significa la vida en los demás siglos.

lunes, 18 de mayo de 2009

LA TEOSOFÍA Y EL ISLAM


La Teosofía, la sabiduría universal eterna, es la herencia espiritual de toda la humanidad… pasada, presente y futura. Sostiene que detrás de todas las formas externas de religión hay un núcleo interno, un lado oculto. Este núcleo común de enseñanzas está compuesto de principios universales o verdades que son atemporales y que afirman la unidad esencial de toda existencia, la divinidad intrínseca del espíritu humano y la unidad de toda la humanidad. También señala la subyacente inteligencia manifestada en la Naturaleza, revelándose a sí misma como orden, ritmo, armonía e interdependencia, teniendo su fuente en las profundidades del Ser. Elementos de esta sabiduría universal están también presentes en la tradición Islámica.

Similitudes entre la Teosofía y el Islam

La Transmisión del Conocimiento

Hay varias similitudes entre la Teosofía y el Islam. Una de ellas es la noción de que el conocimiento de los aspectos más profundos de la vida ha sido trasmitido, de generación en generación, por una sucesión de profetas o instructores. El Coran dice: “Es deber de los profetas trasmitir el conocimiento” (Al-Maida, Cap. 5, Verso 67). En otro pasaje aclara el deber de los profetas: “Te hemos enviado un profeta de entre nosotros, que te enseña Nuestra voluntad y que te purifica y te enseña el conocimiento y la sabiduría y que te enseña lo que no sabías”. (Al-Baqra, Cap. 2, Verso 151).

H. P. Blavatsky, en su más grande obra, La Doctrina Secreta, menciona la existencia de “incontables generaciones de videntes iniciados y profetas” como transmisores de la Sabiduría de las Edades. Esto, dice ella, es “el registro ininterrumpido cubriendo miles de generaciones de Videntes cuyas experiencias fueron hechas para probar y para verificar que las tradiciones pasaran oralmente de una raza anterior a otra, de las enseñanzas de seres superiores y exaltados, que vigilan la niñez de la humanidad”.

Otros dos pasajes del Corán señalan esta ininterrumpida tradición profética: “Él te reveló el libro de la verdad, verificando aquello que está ante ti”. (Al-Maida, Cap. 5, Verso 48). “Te hemos hecho manifiesto un recordatorio, que tú puedas traer claridad a los hombres sobre lo que les ha sido revelado, y que felizmente pueden reflejar”. (Al-Nahal, Cap. 16, Verso 44).

Dos Clases de Conocimiento

Se menciona en los dichos Hadis y en las instrucciones orales del Profeta Mahoma dos distintas fuentes de conocimiento comúnmente aceptadas en el Islam: Ilmi-Safina o conocimiento del libro, y Ilm-i-Sinah o conocimiento del corazón. La misma idea aparece en la enseñanza de La Voz del Silencio, un clásico teosófico acerca de la vida espiritual, el cual distingue entre La Doctrina de la Cabeza, que es conocimiento exotérico, y La Doctrina del Corazón, la sabiduría esotérica. La primera se refiere a la comprensión intelectual de las enseñanzas religiosas, mientras la segunda implica una percepción transformadora de leyes y principios fundamentales, convirtiendo al buscador en un colaborador con lo Divino.

Unidad

Una de las más importantes enseñanzas del Islam es la doctrina de Tawhid o bendita Unidad. Dice el Corán: “La Illaha Illallah!” (Mahoma, Cap. 47, verso 19). “No hay Dios sino Allah”. Significa que no hay nada sino lo Divino en todo el universo. Todo lo que existe, animado o inanimado, es lo Divino. En su artículo “La filosofía del Islam” (The Theosophist, Enero 1929) Nadarbeg K. Mirza señala que “en el Islam todas las oraciones y meditaciones han sido organizadas para direccionar la atención del discípulo hacia una idea abstracta de Dios”. Dice el Corán: “Oh, Tú! Cuya naturaleza abstracta está libre de ilustraciones y cuyos atributos están más allá de los ejemplos”. (Al-Saffat, Cap. 37, Verso 80). Mirza explica que “los atributos de Dios están más allá de la descripción y no pueden ser adecuadamente concebidos por la mente humana”.

En la Teosofía, una idea similar se presenta en la primera proposición fundamental del Proemio de La Doctrina Secreta. Habla de “un Principio Omnipresente, Eterno, Ilimitado e Inmutable sobre el cual toda especulación es imposible, ya que trasciende el poder de la concepción humana, y solo podría ser empequeñecido por cualquier expresión o comparación de la humana inteligencia. Está del alcance del pensamiento.”

Islam significa e implica renuncia, sumisión, paz y lucha por la verdad, independientemente de casta, credo o color. (Mirza, The Theosophist, Oct. 1928). El Islam también reconoce otras tradiciones religiosas, como se enseña en el Corán: “Dicen que creemos en Allah y en lo que nos ha sido revelado, y en lo que fue revelado a Abraham y a Ismael, a Isaac y a Jacob y a las Tribus, y en lo que fue dado a los Profetas por su Señor. No hacemos ninguna distinción entre ellos”. (Al-Baqra, Cap. 2, Verso 136).

Fraternidad Universal

En su artículo “Donde el Islam y la Teosofía se Encuentran” (The Theosophist, Marzo 1929), Mary K. Neff dice que el gran terreno de encuentro entre el Islam y la Teosofía es el principio de Fraternidad Univesal. Ella cita del Corán: “Ye, hermanos, escuchad mi palabra y comprended lo mismo. Sepan que cada Moslem es el hermano de cada otro Moslem. Todos ustedes están en la misma igualdad.” (Al-Hujurat, Cap 49, verso 10). Y agrega: “La Teosofía no aleja a ningún hombre de su religión."

Contribución del Islam a la cultura Occidental

La contribución de la cultura Islámica al resurgimiento del conocimiento en Europa, por ejemplo en los campos de la ciencia, la filosofía y la educación, durante los siglos 8, 9 y 10 de nuestra era común., es un testimonio de la profunda sabiduría enraizada en esa tradición religiosa. En una conferencia que dio Annie Besant en el Islamia College, en Aligarh, India, en Noviembre de 1901, la Presidenta Internacional de la Sociedad Teosófica, dijo que fueron los seguidores del profeta Mahoma “quienes trajeron la ciencia de vuelta a Europa, cuando esta estaba sumida en la oscuridad de la Edad Media. Los Moros establecieron universidades en diferentes ciudades del Sur de Europa. Fue de estas universidades que salió la luz que se expandió a través de Europa reavivando el interés por el conocimiento. Muchos libros de filosofía y ciencia se escribieron en aquella época.”

La Vida Espiritual de Acuerdo al Islam

Los principios fundamentales del Islam son conocidos como “Los Pilares de la Fe”. Ellos son: la creencia en la Unidad de Dios y el reconocimiento de Hazrat Muhammad como Su Profeta, la oración, la caridad, la peregrinación y el ayuno. Estos tienen un efecto purificante sobre la totalidad de la consciencia. La enseñanza Islámica acerca de la oración es una muy profunda, acercándose bastante a la naturaleza de la meditación. Dice el Korán: “No hay oración a menos que el corazón esté presente”. La oración, con o sin palabras, debe ser la voz de nuestra verdadera naturaleza (“The Theosophy of Islam”, The Theosophist, Nov. 1929), ya que “cuando el alma está llena de alabanza a Allah, no hay espacio para malos pensamientos o perversos.” (Coran)

La vision Coránica de la caridad es igualmente profunda: “Nuca serás justo a menos que des lo que más amas”. (Al-Imran, Cap. 3, Verso 92). Es puro altruismo, servicio de auto-sacrificio. En el artículo mencionado arriba (The Theosophist, Nov. 1929) Nadarbeg K. Mirza dice que “la idea central subyacente a la institución de la peregrinación es la promoción de la Fraternidad universal… Allí (en la Mecca), cada año Musulmanes de todo el mundo se encuentran e intercambian ideas. Se encuentran como iguales, sin distinción de casta, color o nacionalidad”. Mirza agrega que un musulmán trae de vuelta con él o con ella, cuando retorna, el espíritu de amor y tolerancia. El principio detrás de la idea del ayuno es también abstenerse del hablar ocioso y de todas las cosas que no son esenciales a la existencia. El ayuno es solo otro nombre para la moderación o el sendero medio en todas las cosas.

En conclusión, citamos un pasaje del Corán que muestra como la fe y la devoción pueden ayudar a espiritualizar la vida humana y acercarla a la Divinidad:
Cuando el Corán es recitado, escúchalo en silencio de modo que muestres misericordia. Recurda a tu Señor en lo profundo de tu alma con humildad y reverencia, y sin ostentación: en la mañana y en la noche; y no seas negligente.
Los que moran con su Señor no desprecian Su servicio. Ellos Lo glorifican y se postran ante Él.

(Al-A´raf, Cap. 7, Versos 204 a 206)

A H. P. B


De nuevo tu memoria, brillando esplendorosa,

Derrama sus efluvios de amor y de virtud;

Surgiendo, en este día, cual perfumada rosa,

Cual triunfadoras alas de ingente mariposa,

Del más profundo seno de nuestra gratitud.

¡Más siempre tu memoria, memoria bendecida,

Guardamos cual presea de nuestro corazón;

Pues tú nos enseñaste la fuerza de la Vida,

La fuerza redentora del alma dolorida,

La fuerza omnipotente de la inmortal Legion!

Plan y Dorga M.S. T. 1911 Revista Sophia

viernes, 15 de mayo de 2009

LAS NACIONES UNIDAS Y LA TEOSOFÍA

Por Milton Thornton
Revista Evolución. Año XV, Marzo 1949 Nro. 10. Argentina.

El general George C. Marshall, Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, en discurso pronunciado recientemente en la Universidad de Carolina del Norte, daba a conocer algunos de los factores que hacen difícil a la nación norteamericana llevar a cabo una política exterior basada en lo que él denominó “una perspectiva amplia del futuro”. Dijo el Secretario de Estado: “Nosotros los norteamericanos nos inclinamos a ser extremistas, ardorosos y fríos, fluctuando algunas veces entre el partidarismo vigoroso y la indiferencia más completa acerca de la misma situación”. Este estado de cosas, según la opinión del general Marshall, se debe al hecho de que el pueblo norteamericano e haya sujeto algunas veces a reacciones emocionales, las cuales, según hizo notar, “pueden ser muy peligrosas en asuntos relacionados con las cuestiones internacionales”. Al hacer esta prevención, dijo: “Debemos también tomar en consideración el hecho de que es difícil despertar el interés y asegurar la acción política necesaria a menos que se haya desarrollado primero un interés emocional”.
Esta exposición de parte de uno de los personajes sobresalientes en la política de Estados Unidos, claramente indica el poder de la opinión pública, especialmente en los países democráticos, en la obra de modelar la política gubernativa y determinar el curso que la nación ha de seguir en sus relaciones internacionales. También revela el caos y la indecisión reinantes como resultado de la necesidad que tiene el hombre de una meta hacia la cual dirigirse o de una visión comprensiva del proceso evolucionario, como la que ofrece la Teosofía para guiarlo e inspirarlo. Finalmente, para todos aquellos que laboran en la obra que Francis Bacon llamó “el alivio de las cargas del hombre”, es un recordatorio de la importancia de la opinión pública bien y honradamente informada.
Pues en nuestros días, a pesar de los eficaces medios de comunicación modernos que permiten la difusión instantánea de noticias en todo el mundo, la mayor parte de las gentes permanecen en la oscuridad y no ven tendencia o propósito alguno subyacentes en las noticias o eventos que a diario les presentan los periódicos, las radiodifusiones o los noticieros cinematográficos. Y esto no causa sorpresa del todo, puesto que la prensa, la radio y el cinema, principales agentes modeladores de la opinión pública, por lo general no se preocupan en lo que debiera llamarse “la educación de los adultos”. Nos dan a conocer las últimas sensaciones, porque su objetivo es divertir antes que educar o informar, (y esto es aplicable tanto a los diarios populares como a la radio y al cine). Sencillamente, exhiben las noticias como reflejadas por un espejo; no intentan la interpretación de los fugaces panoramas que nos muestran.
En las poblaciones pequeñas la chismografía es de uso corriente y cada cual sabe los asuntos de los demás. Las varias invenciones modernas para la transmisión rápida de las noticias han hecho de nuestro mundo una sola comunidad, una sola unidad, y de la chismografía lugareña hemos pasado a la chismografía mundial. En lo que respecta a las cuestiones fundamentales que el hombre confronta, raras veces tienen algo que valga la pena ofrecer. Así pues, a pesar de estas invenciones y de la extensión de la educación pública, el hombre permanece en la oscuridad, ignorante de su propia naturaleza esencial o del propósito de la vida, ignorante del pasado enorme que ha recorrido y del gran destino que le espera. Y no es menos su ignorancia en lo que respecta a sus relaciones con sus semejantes.
Mucho es lo que nosotros los teósofos hemos recibido a este respecto; tanto, que estas ideas nos son familiares al extremo de considerarlas como cosas corrientes, tal vez sin detenernos a pensar un momento en que ello es un privilegio y una bendición para nosotros. Las palabras que el Maestro nos dirige por medio de Krishnamurti, en el librito “A los Pies del Maestro”, no pueden ser más claras y enfáticas; dicen así: “En todo el mundo hay solamente dos clases de individuos –los que saben y los que no saben; y este conocimiento es lo único que importa. La religión que el hombre tenga o la raza de que provenga, no son cosas importantes; lo importante es este conocimiento, el conocimiento del Plan de Dios para los hombres, pues Dios tiene un Plan, y ese plan es la evolución”.
Lo que el mundo necesita sobre todo es la visión comprensiva y de largo alcance que la Teosofía ofrece. Un ejemplo puede contribuir a ilustrar este punto.
A semejanza de la mayor parte de los idealistas, los teósofos hacen en la actualidad todo cuanto está en su poder en apoyo de las Naciones Unidas. El éxito de este empeño de mantener la paz y mejorar las condiciones de vida en todo el mundo depende de la cooperación efectiva de los Estados que integran dicho Organismo, es decir, de los hombres y mujeres sin distinción de raza o color. A pesar de las condiciones inciertas que existen hoy en el mundo, probablemente hay más indiferencia y pesimismo acerca de las Naciones Unidas que entusiasmo y determinación para lograr su éxito. ¿Por qué? Porque las gentes no tienen visión ni ideal alguno acerca de la fraternidad humana.
Hay en nuestros días una perspectiva universal y una conciencia global que crecen a diario; hay una especie de “hambre de totalidad”; y todo lo que se necesita para lograr la cooperación decidida de millones de gentes que sienten la urgencia de unidad, es visión. Una vez que se les dé esa visión, no tendrán límite lo que los hombres y mujeres de buena voluntad puedan llevar a cabo. Por otra parte, no debe olvidarse que se ha dicho que en donde no hay visión los pueblos perecen.
¿A dónde hallarán los hombres la visión que necesitan sino en la Teosofía? Así pues, nuestras responsabilidad y las oportunidades que se nos ofrecen para cooperar en la obra de las Naciones Unidas y en el auxilio a la humanidad, son en verdad enormes.
Extraido de The Theosophist, Nov. 1948.

viernes, 8 de mayo de 2009

8 de mayo: H. P. B. y el Loto Blanco


Recordando a Blavatsky


8 de mayo: H. P. B. y el Loto Blanco

“He (Prajapati) became a white horse, and went in search of him (Agni). He found him on a lotus leaf,…”

Satapatha Brahmana. Tomo III. Pág 360

Para todos aquellos, teósofos o no, lotos en capullo, que valoran con sensatez la vida y obra de H. P. B. el 8 de Mayo constituye una bonita oportunidad. Su paradójica, alucinante y misteriosa existencia puede servirnos para trascender la aparente e ilusoria personalidad y poder concentrarnos en el propósito, la voluntad, la vida misma que lo anima todo, buscando expresarse siempre a mayores y más sublimes niveles de perfección.

El caso de H. P. B. es inseparable del “Gran Propósito” meditado por Aquellos a quienes llamó Los Hermanos Mayores, Lotos Abiertos, a los que en todo momento atribuyó la fuente de los conocimientos que plasmó en sus escritos. Ese “Gran Propósito” tal vez pueda definirse como el redescubrimiento del camino hacia la verdadera espiritualidad.

Poder recordar ese propósito y afianzarlo en nuestra mente y corazón, al tiempo que lo damos a conocer a otros, es la gran oportunidad que tenemos. De cada uno depende hacer del Loto Blanco un símbolo de perfección, horizonte infinito hacia donde caminamos, desplegando uno a uno los pétalos del capullo que vela La Gran Joya de la Vida Una.

Por Juan Guillermo